Eso de sentirse querido solo unos pocos días al año debe ser muy duro.
Me da mucha pena cada vez que lo veo. ¡Si amigos! porque lo veo muy a menudo, arrastrando su pena por los pasillos y andenes de la línea cuatro del Metro de Madrid.
Ignoro si se refugia en el metro para huir del frío invierno, o de la no menos fría indiferencia, esperando encontrarse allí abajo más cercano a nosotros, para así poder sentir algo de calor en la involuntaria compañía de los viajeros.
¡Ahí esta! Sentado en su banco, con la imprescindible compañía de su cartón de vino blanco, deseando que vuelva a pasar Rudolf y lo lleve lejos, muy lejos de allí.

3 comentarios:
:(
Besitos.
Yaaaa!!! No he inventado nada, bueno casi...
Bonita entrada. Un beso
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